jueves, 14 de mayo de 2009

principales elementos de los sistemas totalitarios




La concepción totalitaria del Estado. En contraposición con la concepción republicana y liberal, en la cual el Estado es considerado una organización esencialmente al servicio de las personas que componen la sociedad - tanto en sentido individual como respecto de sus organizaciones esenciales, como la familia o las asociaciones establecidas libremente para fines legítimos - la concepción totalitaria presupone que el Estado posee fines y objetivos propios, que se superponen siempre a los individuos que integran la sociedad.
En este sentido, se distinguen las concepciones totalitarias del Estado, en función de sus fines transpersonalistas en contraposición con las finalidades personalistas que son las propias de los Estados liberales republicanos.
La existencia de un partido único. Esta característica es una de aquellas que no siempre se presenta en forma plena; dado que frecuentemente, el gobierno de orientación totalitaria se implanta en un Estado donde previamente existía un régimen republicano - o por lo menos monárquico parlamentario - en el cual existía pluralidad de partidos políticos.
Un componente táctico muy frecuente, en el proceso de ascenso hacia el poder, es la utilización de “alianzas” con diverso tipo de organizaciones partidarias o sociales; cuando el proceso seguido para procurar obtener el poder se ejecuta en el marco de un sistema electoral. Del mismo modo, cuando el conglomerado político resultante logra éxito e ingresa al Gobierno, el movimiento totalitario procura obtener cargos en aquellos departamentos más directamente dotados de capacidad coactiva, tales como los Ministerios con competencia sobre las fuerzas armadas y policiales; cumpliendo allí una acción dirigida a asegurarse la lealtad política de esas organizaciones.
De todos modos, el gobierno totalitario apunta al predominio absoluto del partido que es su instrumento de dominio político; suscitando todo tipo de restricciones - primero de hecho y ulteriormente jurídicas - a la acción de los otros partidos, y culminando en su eliminación cuando han logrado consolidarse firmemente en el poder.
El encuadramiento político general. A través de la estructura del partido político, se procede a una creciente exigencia de que todas las personas manifiesten su adhesión al régimen, y en consecuencia se afilien al partido, participen activamente en sus organizaciones y acciones, asistan a comités y otras estructuras, reciban adoctrinamiento, demuestren militancia. Al mismo tiempo, a medida que el régimen se consolida, cada vez más se excluye a quienes no asumen ese comportamiento de todo tipo de posibilidades de trabajo, de disponibilidad de elementos vitales, y se propicia su repudio social; o directamente su persecusión y privación de libertad, e incluso el genocidio.
La identificación de un enemigo social. La ideología totalitaria presupone una concepción de confrontación de un agrupamiento de la sociedad - clase, raza, nacionalidad - que se identifica con el Estado y con la parte valorable de la sociedad; y por otra parte, uno o más grupos de similar cualidad, a que se asigna una condición despreciable y se atribuye la culpabilidad de las situaciones de insatisfacción o frustración que afectan a la primera.
En ciertos casos, el “enemigo” lo constituye, además de un grupo social interior, un país extranjero - caso de Cuba respecto de los Estados Unidos - o una situación que afecta negativamente al país - como el Tratado de Versalles respecto del III Reich hitleriano.
La masificación de las acciones políticas y de los intereses sociales. El componente transpersonalista de las concepciones totalitarias, se trasunta en la inserción de las individualidades en estructuras masivas a la vez denominadas con términos que implican tanto la universalidad de ellas como la exclusión de otros componentes de la sociedad: utilizando expresiones tales como “el pueblo” “la gente” “los trabajadores” y similares.
La masificación se expresa, principalmente, en grandes concentraciones humanas, en las cuales se utilizan los fenómenos característicos del comportamiento de las multitudes, tales como los cánticos, la expresión de consignas, la utilización de grandes estandartes, banderas y simbología o “logotipos” - como la cruz gamada nazi o la hoz y el martillo, y la estrella de cinco puntas del comunismo - así como enormes retratos del líder.
En los casos más notables, como los actos realizados por los nazis en Nürenberg, se integraba una escenografía especial, utilizando lugares especialmente adecuados o que habían sido construídos al efecto y un gran despliegue de elementos visuales. El despliegue de esos elementos de gran tamaño, y el griterío organizado, contribuye a empequeñecer al individuo, concurriendo a sumir su individualidad y voluntad en la docilidad y el automatismo de la masa.
La existencia de un conductor o líder carismático. El concepto alemán de la führung - del que deriva la designación de Führer dada a Hitler - fue la máxima elaboración de la idea de que al frente del movimiento político, del partido, del gobierno y del Estado, existe una individualidad que no solamente concita una general adhesión sino al cual se debe absoluto acatamiento. Un individuo que posee cualidades excepcionales de inteligencia e infalibilidad, verdadero genio que interpreta fielmente lo más trascendente y esencial de la sociedad política y del Estado; y que por lo tanto es el caudillo indiscutible cuyas decisiones de ninguna manera pueden ser juzgadas ni cuestionadas.
Del mismo modo, durante la etapa previa a alcanzar el poder, los movimientos políticos de índole totalitaria se sirven del mismo instrumento en sentido inverso, erigiendo una figura individual como el “antilíder”. Generalmente se trata de un personaje que ocupa una posición destacada en la estructura institucional del gobierno, sea el Rey o el Presidente; en el cual se personifica el origen de todos los componentes negativos o frustantes de la conyuntura económica y social, que son explotados para concitar la mayor adhesión hacia el movimiento; y al cual se atribuyen todas las cualidades negativas imaginables, tanto en el orden intelectual, como moral; y se hace blanco de todo tipo de insultos e invectivas.
Desde el punto de vista de la organización institucional, una vez establecido firmemente el régimen totalitario, la presencia del conductor presupone la existencia de un altísimo grado de centralización y verticalidad en el ejercicio del poder. Generalmente, al sistema institucional formal se adosa una organización de control político fuertemente ligada a la dirigencia y a cargo de un jefe de máxima confianza del líder, dotada de poderes ilimitados; cuyo cometido principal es vigilar la actuación de todos los agentes de la estructura de organización del gobierno a fin de asegurar su lealtad al régimen.
Desde un punto de vista político, si bien se establece una estructura partidaria a los fines del encuadramiento político de la población, se suscita un tipo de relacionamiento directo del líder con las grandes masas, desapareciendo casi totalmente el tipo de dirigente político intermedio. Por eso mismo, la relación política con el ciudadano individual se despersonaliza totalmente; convirtiéndose en una especie de mera pleitesía rendida al líder.
Ese vínculo directo del conductor con las masas, se procura - especialmente en las etapas previas a la toma del poder - mediante un programa demagógico, populista, pleno de todo tipo de objetivos contradictorios y utópicos; y mediante reiteradas invocaciones a los procedimientos de la llamada “democracia directa”, sosteniendo una frecuente prédica plebiscitaria que pretende desconocer la legitimidad de los representantes republicanos y de sus decisiones más importantes, lo cual contribuye al objetivo de desprestigiar las instituciones democráticas.
Una milicia política, originariamente presentada como un servicio de “seguridad” frente a las supuestas agresiones de “provocadores”, y rapidamente convertida en un instrumento de agresión e intimidación de todos los opositores o disidentes. Cuando el movimiento totalitario alcanza el poder, la organización se transforma o se incorpora a un servicio estatal, cuyos cometidos básicos son los de ejecutar las acciones violentas contra la oposición política, o el “enemigo” del régimen, y cumplir las funciones de policía política, especialmente aquellas de espionaje y detección de cualquier iniciativa opositora.
Una polícia política, organizada como un servicio de espionaje interno de la sociedad; cuya función principal es la de registrar sistemáticamente a todos los integrantes de la población, especialmente en vista de conocer su actitud política frente al gobierno, y perseguir a las opositores por todos los medios, llegando incluso a privarlos de libertad. Estas organizaciones, que son instrumento para asegurar el predominio total del gobierno totalitario, tuvieron ejemplos históricos característicos, como la N.K.V.D. de la U.R.S.S. y la Gestatspolitzei (Policía del Estado, GESTAPO) del III Reich bajo el nazismo.
Un alto grado de intervencionismo y dirigismo económico. La finalidad ideológica de alterar radicalmente el sistema económico - como en el caso del marxismo - o de recuperar la prosperidad económica y llevar al Estado a la condición de gran potencia militar, implica necesariamente el establecimiento de una muy fuerte intervención sobre la economía. La situación económica e internacional, a menudo ha conducido a la búsqueda de una autarquía económica, por la vía de un total dominio de los factores productivos, y una estricta y centralizada planificación de la economía.
La estructuración de organizaciones sindicales verticalizadas es una consecuencia natural de la organización totalitaria; casi siempre siguiendo un modelo de tipo corporativo, en el cual cada categoría de actividad económica se encuentra estrictamente regulada hasta en sus mínimos detalles en cuanto a todos los aspectos del trabajo. Ciertas manifestaciones de la organización económica liberal, como las negociaciones colectivas libres y voluntarias o las huelgas, quedan necesariamente excluídas y constituyen actividades contrarias al interés del Estado.
Todas las expresiones culturales se condicionan a los fines del Estado y son intervenidas por éste, ya se trate de los cultos religiosos o las expresiones artísticas. Necesariamente, desaparecen o son enormemente restringidas las actividades del periodismo, se procede al dominio de todos los medios de comunicación masiva, se prohibe todo tipo de actividad pública de carácter político disidente.
Las ideologías totalitarias desprecian la tradición racionalista, desconfiando de todo intento de análisis racional. Exaltan en cambio una filosofía estrictamente materialista, cultivan las motivaciones irracionales de la conducta, tales como el fanatismo político, racista o nacionalista; y recurren reiterativamente a la invocación de conceptos puramente emocionales - como la permanente alusión a la “solidaridad” - y la obediencia ciega a las consignas políticas partidarias.
En los regímenes más duramente totalitarios, como el del comunismo en la U.R.S.S. o del nazismo alemán, quedaban sujetos a la autoridad actividades tales como la elección del lugar de residencia, del desempeño de una profesión; o la selección de pareja, contraer matrimonio y procrear hijos.

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